lunes, 22 de febrero de 2010

RIVIERA MAYA, Q. Roo., 22 de febrero de 2010.


Palabras del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa, durante la Ceremonia de Inauguración de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, que tuvo lugar en este municipio.
Excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno. Distinguidas Primeras Damas. Distinguidos titulares de organismos internacionales. Ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ciudadano Presidente de la Cámara de Senadores. Ciudadano Presidente de la Cámara de Diputados. Apreciadas y apreciados invitados especiales.
Señores Gobernadores. Señoras y señores:
Es un gran honor para México el recibir aquí, en Quintana Roo, a los Jefes de Estado y de Gobierno que participan en la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe. Muy especialmente quiero agradecer la presencia de Su Excelencia el Presidente René Préval, Presidente de Haití, quien a pesar de las enormes tribulaciones que está sufriendo ese pueblo hermano, honra con su presencia esta Cumbre.
En nombre de todos los participantes de este encuentro quiero asegurarle a usted, Excelentísimo Presidente Préval, que la causa del pueblo de Haití es la causa de todos los países de la región. Los haitianos no están solos en estos momentos difíciles. Usted sabe que cuentan y seguirán contando con el apoyo, la solidaridad y el compromiso de las naciones latinoamericanas y caribeñas. Somos una familia y, como tal, estamos juntos en los buenos y en los malos tiempos.
Celebro que estemos aquí reunidos 25 Jefes de Estado o de Gobierno de 32 naciones presentes, que se reconocen como hermanas, que se saben libres y soberanas, y que se tratan siempre con respeto y amistad.
Nuestros pueblos están unidos en la geografía y en su origen. Nos unen nuestras raíces indígenas, africanas y europeas. Nos hermanan nuestras tradiciones, nuestras lenguas, los valores de nuestra gente, los problemas y los desafíos que juntos enfrentamos; nos hermanan nuestras aspiraciones comunes de libertad, de justicia y de igualdad. Este vasto Continente que habitamos recibió en su tiempo el nombre de Nuevo Mundo. Yo estoy convencido, amigas y amigos de que en muchos sentidos éste sigue siendo el Nuevo Mundo.
Aquí han fincado los proyectos de sociedades más libres, más igualitarias y más felices, millones y millones de personas.
En nuestro territorio, al lado de la barbarie y del atropello, también tomaron cuerpo las ideas humanistas de Vasco de Quiroga y Bartolomé de las Casas o de los Jesuitas en tierras guaraníes, que crearon modelos de sociedades más humanas concordes con un Nuevo Mundo.
Hace 200 años las ideas de libertad, de justicia e igualdad encendieron los corazones de todos los americanos para luchar con valentía por su independencia, para hacer realidad la utopía de sociedades justas en el Nuevo Mundo.
Toussaint-Louverture encabezó en Haití la dignidad de todo un pueblo al luchar por su libertad. Hidalgo y Morelos desafiaron al imperio español con la fuerza de sus ideales para abolir la esclavitud y crear una sociedad más justa e igualitaria.
Hidalgo encendió la llama de la libertad en estas tierras y José María Morelos la continuó con su obra política y militar. En los Sentimientos de la Nación, el gran Morelos expresó con fuerza su anhelo libertario, su hermandad para todos los pueblos del Continente y escribió que: La América es libre e independiente de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía, y que así se sancione dando al mundo las razones.
Era tal el aprecio de Morelos a la realidad americana que la primera Constitución del continente, la Constitución de Apatzingán, al Inicio de la Independencia de México, llevó, precisamente, el nombre de Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana.
Simón Bolívar y José de San Martín, grandes visionarios, estadistas, grandes americanos, libertadores de naciones, emprendieron verdaderas epopeyas para independizar a América, y esta idea de independencia fue acompañada con la idea de la unidad.
Una y otra vez, Bolívar luchó hasta ver hecho realidad sus sueños de un América libre; luchó al lado de Antonio José de Sucre, en Venezuela, en Colombia, en Perú, en Ecuador, en Bolivia; en la selva, en la montaña, en los llanos, para sembrar ahí la semilla de la libertad en todos los americanos.
Y San Martín y Bernardo O'Higgins lucharon con valentía en las regiones más australes del Continente para lograr la Independencia del Imperio Español.
En el momento mismo que nacíamos como naciones independientes, nacía también la idea de una América unida.
En Guayaquil, se reunieron Bolívar y San Martín para sumar sus causas y para procurar un futuro unido para toda América.
La democracia prosperará en el suelo virgen de América, decía Bolívar, dejemos que se constituya una República y crecerá la dignidad de los hombres.
Ese fue el sueño de Bolívar, el de una sola Nación americana, unida en sus valores de democracia, de justicia y de igualdad; una sola Nación en la que florecieran los más altos ideales del hombre; y una sola Nación fuerte y unida que pudiese enfrentar y vencer todas las adversidades.
La idea de la unidad latinoamericana es consustancial, entonces, de nuestros procesos de Independencia, cuyo segundo centenario ahora celebramos.
En su Carta de Jamaica, Bolívar predicaba la unidad de los países latinoamericanos unidos, decía, por un solo y gran vínculo, por un solo Gobierno, y el Libertador concluía su postulado diciendo: Tan sólo seamos fuertes, estaremos unidos bajo una Nación liberal que nos deparará su protección y bajo cuyos auspicios cultivaremos las virtudes y talentos que conducen a la gloria.
Desde el sueño de nuestros libertadores, esa ha sido la alta aspiración de los americanos que somos.
Vivir la democracia, vivir la libertad, vivir la igualdad y vivirla unidos, como un mismo pueblo; un mismo pueblo latinoamericano, un mismo pueblo caribeño, un mismo pueblo que comparte geografía y cultura, un mismo pueblo orgulloso de sus raíces y orgulloso de mantener el ideal de regeneración del ser humano, sustentado en los más altos valores e ideales de la humanidad.
Y desde entonces hemos venido creciendo como países. Cuando padecimos invasiones extranjeras en el Siglo XIX, la causa de México fue la causa de toda América Latina y el Caribe.
Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, nombrado así por pueblos hermanos, lo fue porque contuvo la expansión europea y monárquica en nuestras tierras.
Los países centroamericanos se unieron para acabar con Walker, el filibustero que había tramado hacer tierras esclavistas en toda América Central.
Cuando hemos estado unidos, entre nosotros frente a otras naciones y frente a muchas adversidades, hemos podido salir adelante. En cambio, cuando nos dividimos, cuando entramos en nuestras frecuentes confrontaciones, perdemos todos y nos rezagamos frente a otras naciones y regiones del mundo.
En México estamos convencidos de que el ideal de Bolívar, de una América unida, sigue vigente y es más vigente que nunca. Como lo señaló el Libertador: Unidos somos más fuertes, unidos somos más libres, unidos somos más democráticos.
Por eso, en esta Cumbre de la Unidad, nuestra aspiración es que el ideal de la unidad nos guíe para impulsar la integración de América Latina y el Caribe; que nos guíe en la noble tarea de unir propósitos y unir acciones.
Esta Cumbre, con la participación de todos los Estados de la región en términos de igualdad, y bajo una sola agenda, representa en sí misma un importante avance en el proceso de integración.
El mejor tributo que podemos rendir a los libertadores y fundadores de nuestras patrias es imaginar y concretar una nueva institucionalidad que nos fortalezca como región y que nos ayude a proyectarnos con renovada vitalidad en el escenario internacional.
Esta Cumbre de la Unidad constituye un foro idóneo para ese gran propósito. Con esta reunión regional, México también culmina su periodo bienal al frente de la Secretaría Pro Témpore del Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política, conocido como Grupo de Río.
Cumple, asimismo, con el compromiso asumido en Salvador de Bahía, en Brasil, de organizar la Segunda Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo.
En México estamos convencidos de que la integración de América Latina y el Caribe exige unidad de propósitos y unidad de acción. El propósito de México fue ampliar su encomienda al frente de Grupo de Río, con apego a los principios y los valores que lo han guiado desde su creación, buscó ejercerla como un factor de unión, de diálogo, de entendimiento y de integración.
En este periodo, además, se lograron históricas incorporaciones al Grupo, como es el caso de Cuba, de Suriname y Jamaica, como miembros de pleno derecho.
A 23 años de su creación vale recordar que el Grupo de Río surgió como la respuesta de nuestros países para fortalecer los procesos de paz, consolidar nuestras democracias, afianzar la seguridad regional e impulsar la cooperación para el desarrollo.
Ha sido y es la mayor apuesta que latinoamericanos y caribeños hemos hecho por futuro de bienestar y progreso compartidos.
El Grupo de Río también mantiene el ideal de unidad, de democracia y libertad que inspiró a los fundadores de América.
El nacimiento de la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, la CALC, por su parte, estuvo también signado por la aspiración de fortalecer y acelerar los procesos de integración regional.
La integración de nuestros pueblos en nuestra región, la integración de nuestras economías y de nuestros esfuerzos es el medio más poderoso para alcanzar mayores niveles de crecimiento y desarrollo; lo es también para garantizar la participación efectiva y unida de la región en la economía y en las decisiones mundiales.
Si la aspiración dos veces centenaria de América Latina y del Caribe de ser una América unida tenía validez, lo es más ahora en el mundo global en el que vivimos.
Muchas naciones en el mundo han podido avanzar a la prosperidad de sus pueblos, merced a que han sido capaces de ponerse de acuerdo en lo esencial y avanzar hacia una mayor integración.
América Latina y el Caribe no podemos permanecer desunidos, no podemos abordar el futuro con éxito sobre la base de nuestras diferencias.
Ahora toca a nosotros unirnos y unirnos sin demérito de aquello en lo que somos diferentes, unirnos sin demérito en aquello sobre lo que pensamos distinto; pero unirnos, sí, sobre la base de nuestras anchas coincidencias que son mucho mayores que nuestras divergencias.
Es ahora cuando debemos avanzar. Tenemos dos mecanismos poderosos y podemos convertirlos en uno que lo sea aún más, y que transforme la tradicional separación entre nuestros pueblos para convertirla en una sola voz que se alce por América Latina y el Caribe, la región, en que por fortuna, nos tocó nacer y vivir.
Y si el Grupo de Río y la Cumbre de América Latina y el Caribe son fuertes, lo será aún más lo que provenga de la unidad de todos; trátese de una unión, de una comunidad, de una organización en América Latina y el Caribe, que en esta histórica Cumbre comenzaremos a discutir.
Como nunca antes, debemos, entonces, fortalecer nuestro diálogo político, seguros de que en el diálogo podemos alcanzar la comprensión y también la unidad en la pluralidad; un diálogo para perfeccionar los esquemas de concertación y de cooperación para el desarrollo de nuestra región.
En diversos foros se han venido construyendo consensos para avanzar hacia un solo mecanismo de integración regional. Creo firmemente que tenemos la historia, los valores, el talento, la capacidad y la voluntad política para hacerlo realidad. Señoras y señoras.
Jefes de Estado y de Gobierno:
Decía el gran poeta Pablo Neruda, chileno, pero también nuestro, de todos, que nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza, pero no hay lucha ni esperanza solitarias.
Estoy convencido de que trabajando unidos, los países de América Latina y el Caribe podremos impulsar un crecimiento económico que nos ayude a revertir la pobreza, el rezago social y la desigualdad, porque sólo así lograremos un desarrollo humano sustentable, con igualdad de oportunidades para todos los habitantes de la región.
Es hora de concretar la unidad de latinoamericanos y caribeños, es el momento de traducir en algo concreto lo que es la vocación natural de nuestros pueblos y aspiración natural desde el origen mismo de nuestras naciones independientes.
Fue Octavio Paz quien escribió que América no es tanto una tradición que continuar como un futuro que realizar.
Creo sinceramente que nuestro reto, el reto que afronta la región no es un asunto de izquierda o de derecha, no es una cuestión de ideologías o de doctrinas, sino más bien, una disyuntiva entre pasado y futuro; un futuro donde puedan florecer los valores en los que creemos, de democracia, para la justicia, en la libertad.
Hoy tenemos la oportunidad inédita de construir un espacio común que agrupe a todos los países de América Latina y el Caribe. Un espacio que reafirme la unidad, la identidad de nuestra región y que abra nuevas vías a nuestras aspiraciones de integración para el desarrollo. Un espacio que consolide y profundice nuestros procesos democráticos y que amplíe las libertades de todos.
Demos hoy el primer paso para crear un mecanismo único para todos los países latinoamericanos y caribeños. Convirtamos en proyecto común los sueños de integración que unen e identifican a nuestros pueblos.
Hagamos de este encuentro el punto de partida hacia un futuro distinto y mejor para nuestras sociedades, y en nuestra Unión de Estados de América Latina y El Caribe construyamos el futuro común que necesitan nuestros pueblos.
Nuevamente bienvenidas y bienvenidos a todos.
Y si me permiten, quiero pedirles que me acompañen para hacer una declaratoria solemne de Inauguración de este encuentro:
Con la certeza de que seguiremos construyendo una Unidad de Naciones Latinoamericanas y Caribeñas para el desarrollo, la libertad, la justicia y la democracia de nuestros pueblos, hoy, 22 de febrero de 2010, a las 10:20 horas, me es grato declarar formalmente inaugurados los trabajos de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, deseando el mayor de los éxitos para todos nosotros.
Muchas gracias.